El regreso de Fall Out Boy a la Ciudad de México el pasado 25 de septiembre en el Palacio de los Deportes fue más que un simple concierto, fue un reencuentro con una legión de fans que había esperado diez largos años para volver a ver a sus ídolos en vivo. Desde el primer acorde de “Chicago Is So Two Years Ago”, la banda dejó claro que estaba dispuesta a compensar la década de ausencia con una explosión musical y emocional que retumbó en el Domo de Cobre. El escenario se iluminó con una estética teatral que trasladó a los asistentes a diferentes épocas de su discografía, desde los primeros días emo hasta su sonido más reciente, manteniendo una mezcla de nostalgia y frescura.

El público, compuesto tanto por jóvenes que crecieron con la banda como por nuevos fanáticos, respondió con euforia a cada nota de éxitos icónicos como “Sugar, We’re Goin Down” y “Dance, Dance”. Sin embargo, no todo fue un simple viaje al pasado; la banda aprovechó para presentar temas de su último álbum So Much (For) Stardust, dejando claro que su evolución no ha diluido la esencia que los caracteriza. La pirotecnia, el juego de luces y los visuales cuidadosamente coreografiados acompañaron la energía arrolladora de temas como “The Phoenix” y “Thnks fr th Mmrs”, encendiendo aún más el fervor del público.

Una de las características más notables del show fue la capacidad de Fall Out Boy para integrar narrativa y música. Con imágenes de nieve cayendo en una cabaña mientras sonaba “Grand Theft Autumn”, y una cabra alada surcando el escenario durante “Dance, Dance”, el espectáculo visual fue tan importante como la música. Esto no solo permitió a la banda presentar su música de una manera nueva, sino que también llevó a los fans a sumergirse en un viaje emocional lleno de símbolos que evocaban los años formativos de la banda.

El vocalista Patrick Stump, con su presencia inquebrantable y voz potente, y el bajista Pete Wentz, con su característico carisma, mantuvieron una constante interacción con el público. Wentz, siempre elocuente, no pudo evitar expresar su asombro por la energía de los fans mexicanos: “Es ridículo que hayan pasado diez años”, dijo, como si el tiempo y la distancia hubieran fortalecido el vínculo entre la banda y su audiencia en lugar de debilitarlo. La conexión entre ambos lados del escenario fue palpable, con el público coreando cada palabra de canciones que habían marcado la adolescencia de muchos presentes.

A lo largo de la noche, se percibió que este no era solo un concierto para promocionar su nuevo álbum, sino una especie de celebración de toda su carrera. Cada canción parecía seleccionada para ofrecer un repaso por los momentos más emblemáticos de la banda, desde los gritos rebeldes de “Where Is Your Boy” hasta la intensidad dramática de “Uma Thurman”. La inclusión de temas raramente tocados, como “Bang the Doldrums”, añadió un toque especial que los fans veteranos apreciaron profundamente.

El clímax de la noche llegó con “Saturday”, la canción que cerró el espectáculo y que simboliza todo lo que Fall Out Boy representa: la angustia juvenil, la catarsis musical y la inquebrantable conexión con su público. Al finalizar el concierto, la banda prometió no esperar otra década antes de regresar a México, un país que ha sido testigo del crecimiento y transformación de Fall Out Boy a lo largo de los años.

Este concierto fue, en resumen, un recordatorio de que, aunque el tiempo pase, la música tiene la capacidad de mantener vivos los momentos, y para los fans de Fall Out Boy, esa noche en el Palacio de los Deportes fue un viaje a través de esos recuerdos que siguen tan vivos como siempre.

Loading