Bocetadas en un pueblo limítrofe con Ávila en el que Cristina Plaza decidió perderse el verano de 2022 y rematadas posteriormente en un sótano en Madrid durante varios meses, las nueve canciones de “Los Manantiales” conforman un disco corto, premeditadamente corto —pues a Daga Voladora no le gusta que las canciones pasen de 2:50— pero, sobre todo, variado. Porque como se intuye en el tema ‘Quise ser’ (“Yo quise ser héroe de ficción, pintora expresionista, actriz revelación”), aquí están todas las Cristinas imaginadas y sus distintas vidas, señal inequívoca de que, como confiesa la artista, “yo soy mi propio manantial”.
Es así que toda esta gozosa dispersión viene de la premisa con la que Plaza abordó el disco: “Me dije: ‘vamos a jugar’. Me propuse pasármelo bien”. El resultado: un disco lúdico, muy divertido; pero sobre todo elegante y extremadamente preciso. En el fondo y en la forma. Así, las melodías se quedan a la primera escucha de lo redondas que son; las músicas funcionarían a la perfección solas, desnudadas de unas letras que responden a la máxima, tantas veces ignorada, de que en verdad solo hay una manera de decir las cosas.
Además de un álbum hecho, como es habitual en ella, en la más absoluta de las soledades. A pelo. “Lo he grabado todo con mi ordenador, con mis instrumentos, mis teclados analógicos, mis cajas de ritmo, ruiditos que hago por ahí… Yo no hago maquetas. Me pongo. A lo bruto. Lo que sí hago es repetir. Lo bueno de este método es que muchas cosas ocurren de forma espontánea y ahí se quedan”.
Un disco que, por todo lo anterior, responde a la mejor noción de capricho. En “Los Manantiales” están muchos mundos posibles, otros tantos soñados. Por supuesto, los de Daga Voladora, pero también los de cualquier oyente curioso y sensible que, por cierto, encontrará más de un guiño musical por el camino. Solo hay que estar atento.
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